Carreras Vacunas
  
Hay días en que una simple salida a trotar se vuelve toda una aventura.

Esta semana inició con el particular stress al que nunca nos acostumbramos cuando los ambientes de X ó Y cliente están hechos un estercolero y hay que arreglarlos para ayer. La presión se incrementa sobre los hombros cuando todo mundo voltea a verte como el único que tiene la solución, y uno no tiene ni idea de lo que está sucediendo.

Horas y horas invertidas en analizar un problema de forma imaginaria, el problema estaba sucediendo a unos cuantos cientos de kilómetros de donde yo estaba y me era transmitido por teléfono de forma narrada, lo cual le incrementa dos o tres rayas a la dificultad del asunto.

Afortunadamente, al final dimos con el “clavo” y entonces pudimos proceder a cerrar el problema con un arreglo puntual, pero diabólico.

Salí muy tarde de la oficina por lo que para relajarme del desgaste mental decidí ir a echar “pata” en una reserva ecológica que no me queda tan lejos de la misma, afortunadamente ese día traía los aditamentos necesarios. La reserva cuenta con dos rutas, una interna y corta que va por un camino pavimentado y una externa y larga que se realiza a campo traviesa. Dada la hora, consideré que unas dos vueltas por el camino pavimentado serían suficientes para “desatarantarme” y relajarme porque venía escupiendo víboras y lombrices por lo que acababa de pasar.

-“¡Ah! Como son pendécuaros!”

Llegando al lugar, aparco mi caballo de cuatro ruedas, me cambio en un baño público, estiro por un rato, caliento motores y comienzo el show.

Al arrancar me percaté que me iba a agarrar la noche casi a la mitad de la primera vuelta pero no me importó pues ya había experimentado correr a altas horas de la noche, o muy temprano en la mañana cuando Tonatiuh aún no alumbra. Además conozco de años dicha reserva, se caracteriza por ser un lugar tranquilo, muy solitario y bastante oscuro en la parte donde uno cruza la sección más boscosa del mismo. No hay iluminación artificial pero en las noches sin luna, se distingue el camino pavimentado.En esta ocasión había luna tímida, aunque cubierta por una sábana delgada de nubes pero ello permitía observar mejor el camino pues resalta la grisura típica del concreto y contrasta de manera perfecta contra las orillas negras compuestas en gran medida de las sombras oscuras de la vegetación que bordea el camino de principio a fin.

Inicié mi trote de forma suave, sé que invariablemente le iré subiendo de ritmo hasta mi límite personal.

A la mitad de mi primera vuelta noté que se aproximaba un grupo de luces hacía mi. No me causo sorpresa el asunto pues sabía que se trataba de un un grupo de personas que ha estado entrenando todas las tardes noches para una caminata mochilera nocturna en algún lugar, hemos coincidido varias veces, curiosamente, siempre que me los encuentro van en contrasentido conmigo.

A las tres cuartas partes de la misma vuelta observé nuevamente luces aproximándose, esta vez sólo era una pero venía más rápido que las otras. Se trataba de un a persona que iba por el camino pavimentado en un cuatrimoto.

Esto si me sorprendió y estuve a punto de detenerme y pararlo para preguntarle qué hacía en ese lugar si estaba prohibido el acceso a cualquier vehiculo motorizado en ese camino. Sin embargo, en un segundo pensamiento asumí que a lo mejor era un guardabosques que estaba vigilando que los “bicimontañeros” no hicieran uso del circuito de montaña que se encuentra en ese lugar durante la noche ya que salió una prohibición al respecto. Pensaba que a lo mejor confundió a los mochileros con sus luces con “bicimontañeros” en la zona.

Lo raro era que iba gritando, no palabras sino sonidos guturales, a partir de ese momento me di cuenta que mi trotada nocturna no iba a ser igual que las anteriores.

Terminé mi primera vuelta y comienzo con la segunda.

Me encuentro a los mochileros que ya estaban llegando al final del circuito, normalmente dan una vuelta cargados con mochilas de campamento y un montón de peroles que no puedo determinar qué son dada la oscuridad, además de que me deslumbran la cara con sus luces de halógeno.

Paso a un lado de ellos en un lugar que me recuerda que a esa hora hay que correr con la boca cerrada. Hay ciertos sectores de la ruta donde hay mucho insecto volando, desde mosquitos hasta especímenes más grandes como “jicotillos” (avispones). Se siente el impacto con ellos cuando se cruzan dichos sectores, normalmente donde el aire es un poco más caliente mientras que en las zonas boscosas, frescas y aún frías en estas fechas, no hay insecto alguno. Los más pequeños son propensos a quedarse pegados en la frente con el sudor por lo que hay que ir limpiándola de vez en vez.

Conforme la oscuridad se hace más densa, la imaginación tan volátil que tengo empieza a jugarme sucio. Las sombras comienzan a tomar formas y nombres en mi mente lo que me hace observar más cautelosamente si no es “hulk” el que esta allí agazapado, o un “mini-godzilla” más allá, una mano gigante del lado izquierdo y así, hasta que me doy un coscorrón mental y me sereno convenciéndome que son los mismos pensamientos que me asaltaron la última vez que corrí allí en la noche

-“que no me distraiga porque pierdo el paso, que son los mismos árboles, arbustos, ramas, bancas y piedras de siempre”.

Llega un momento en que mi mente se aplaca y continúo concentrado en mi respiración y ritmo de trote, atenuando el divague inicial que tenía, convencido que no hay nada allí.

Esta vez… me falló.

En un punto de la mitad de mi segunda vuelta percibí una sombra rechoncha casi a ras de suelo que se movía a unos siete metros delante de mí de forma perezosa a la orilla del camino pavimentado. Dada la oscuridad en ese punto en particular, asumí que era un arbusto o serie de arbustos que se estaban moviendo con el viento, mi propio desplazamiento adicionaba movimiento al objeto.

Grande fue mi sorpresa cuando el “arbusto” decidió cruzar el pavimento y entonces todos los vellos del cuerpo se me erizaron, especialmente los que están detrás de la nuca. Mis latidos se dispararon con el susto.

Pensé que era un gato montés, un zorrillo o un coyote, con los que ya me he topado en ocasiones anteriores pero en horas más tempranas, y trato de espantarlo con “SHHUUUSHHSHUUUSHH” acompañando el sonoro grito con un buen brinco de dos metros de forma lateral, el pobre animal se asusta y corre de vuelta por el camino donde venía, fue cuando pude darme cuenta que era un armadillo de tamaño mediano.

Inofensivos pero como espantan los condenados.

Con el corazón latiendo a mil, le bajé el ritmo y comencé a respirar pausada y profundamente para recuperar el resuello sin parar de trotar y echando una mirada de reojo para confirmar que el animalito no me viniera siguiendo.

Casi al terminar la segunda vuelta aprecié luces rojas adelante. Me imaginé que era el tipo del cuatrimoto pero al aproximarme más, me doy cuenta que es una camioneta de policía, estacionada sobre el camino de concreto junto al cuatrimoto.

-“¿Qué diablos están haciendo aquí?”.

Uno no puede evitar especular a pesar del cansancio y del susto del que me estaba recuperando –“Seguramente alguien reportó al de la cuatrimoto y la policía acudió para detenerlo y multarlo por andar en caminos para peatones exclusivamente.”

Nunca supe cuándo ni por donde pasó la camioneta de la policía, es un auto enorme y apenas cabe en el camino de peatones, hay secciones donde ni siquiera eso, las llantas debieron pasar por parte de los arbustos de la orilla del camino.

Pasé al lado de ellos, saludo al oficial con un “Hello!” que se ha de haber escuchado patético por lo cansado y asustado que venía (gracias al armadillo). El oficial me respondió “Hi Sir!” y continué mi camino.

Al llegar al inicio (después de una subida que te merma las facultades mentales, de las físicas ni te acuerdas) me comencé a motivar para aventarme otra vuelta, el cansancio y el recuerdo del armadillo le decían a mi mente -“Mejor mañana compadre, mira que el camino esta lleno de animales feroces”.

No se qué fue lo que me convenció de continuar, el masoquismo tal vez.

Inicio mi tercera vuelta, pero esta vez con toda la atención al camino.

-“Madre, yo sé que tú y yo nos prometimos que cuando uno de los dos muriera vendría a avisarle al otro si existía Dios o no, te agradecería que no me cumplieras tu promesa en éste momento porque te juro que si te me apareces en el bosque, primero me cago y después me desmayo”, pensaba.

En la tercera vuelta, cualquier sombra me parecía sospechosa e iba “shusheándolas” a todas.

Un poco después de la mitad de ésta vuelta, cuando salí de la parte cerrada del bosque, mis temores de enfrentarme con el armadillo nuevamente se fueron disipando pues entré en una parte que es como un valle pequeño y se apreciaba todo más claro, la luna cooperaba con alumbrar un poquitín.

-“El armadillo se metió a su refugio seguramente”.

Veía sombras más espaciadas, troncos, arbustos grandes, unos árboles, un par de bancas de cómo 40 cm de altura y una banca o bancas cuya dimensión no pude determinar pues estaba entrando en una zona de curvas con sube-y-bajas en el camino, pero cuando salí de esa parte me parecieron demasiado altas como para ser bancas, demasiado bajas como para ser árboles y demasiado densas como para ser arbustos.

-“Esas sombras que se ven adelante no recuerdo haberlas visto antes”.

Olvidé el “SHUSH” respectivo.

Conforme me acercaba, más rara se hacía la forma de la sombra, hasta que estuve como a cuatro o cinco metros de la mismas, me di cuenta que estaban del lado del valle, sobre la hierba silvestre.

Al escucharme cerca, esas cosa, que resultaron ser dos, levantaron la cabeza me miraron y se echaron a correr en direcciones diferentes, y yo salí disparado en otra más.

-“¡Ahora si me llevó la chingada!”.

Ningún corredor Etiope me hubiera alcanzado en ese momento.

Terminé la última parte de mi trote a una velocidad que ni en sueños he alcanzado. Con los ojos bien pelados y con la respiración a mil… parecía que mi corazón ya no latía, que se había quedado pegado en el máximo.

Al terminar no estiré ni me enfrié paulatinamente ni nada, me trepé al coche así como iba y me fui a casa.

Ya estando, como el armadillo, en mi refugio, me cayó el veinte del porqué del cuate de la cuatrimoto con sus gritos y el auto de policía.

Seguramente los toros que vi al final se habían pelado del rancho que está al lado y estaban tratando de azuzarlos de vuelta.

-”¿Stress? ¿Cuál? Un armadillo, un par de toros y muchas sombras fueron el remedio para el mismo”